Con frecuencia se
habla del Concilio Vaticano II muy vagamente, sin saber exactamente lo que se
decidió en él.
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Sin analizar en
profundidad las consecuencias teológicas, aunque se intuyan por sus nefastos
frutos, vamos a repasar lo que supuso desde el punto de vista histórico con
hechos objetivos. Espero que este sencillo resumen les pueda servir para
comprender a grandes rasgos lo que pasó en el Concilio y comprender de este
modo muchos de los males actuales de la Iglesia.
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Enmarcado en
el tiempo
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El Concilio Vaticano
II fue inaugurado por Juan XXIII el 11 de Octubre de 1962 y clausurado por
Pablo VI el 8 de diciembre de 1965. Se celebraron 4 grandes sesiones de trabajo
donde se tomaron decisiones, cuyas consecuencias resultaron tristemente
trascendentales para la Iglesia contemporánea.
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Las consecuencias del
Concilio no pudieron ser más nefastas según reconocía ya el propio Cardenal
Ratzinger a principios de los 80.
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Gran división
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Desde el principio
quedó clara una gran división: Cardenales conservadores y tradicionales por un
lado y por el otro, progresistas y liberales. En líneas generales la división
seguía al principio, líneas geográficas.
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En aquel momento
inicial los episcopados de España, Italia, Iberoamérica y Estados Unidos eran
la principal reserva conservadora. Pero su fuerza se veía contrarestada por la
llamada Alianza del Rhin, según la denominación periodística, también llamada
Alianza Europea, formada por los cardenales de Alemania, Bélgica, Holanda y la
mayor parte de Francia, claramente influida por las ideas de aproximación al
protestantismo.
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Desde el principio
quedó claro que el “bando” conservador estaba desorganizado, carecía de líderes
claros y no tenía ninguna estrategia de defensa viable. Por contra, la Alianza
del Rhin actuó desde el principio de forma decidida y audaz teniendo
perfectamente claros sus objetivos de imponer su agenda progresista en la
Iglesia. Contaron con el claro apoyo de los Papas Juan XXIII y Pablo VI. El
primero de ellos decía: “La vida cristiana no es colección de costumbres
antiguas”.
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Durante el
Concilio se insistió mucho que no era un Concilio Dogmático sino meramente
Pastoral y por tanto lo que se decidiese no iba a afectar al dogma.
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Así es, pero
inmediatamente los mismos progresistas dogmatizaron el Concilio para sus
intereses partidistas. La Alianza del Rhin consiguió atraerse a varios obispos
españoles, muchos de Iberoamérica y la mayoría de los de Asia y África, lo cual
resultó decisivo en su victoria global. Para obtener el apoyo de los cardenales
del Tercer Mundo fue especialmente importante la gran ayuda económica a las
misiones y obras asistenciales por parte de la Iglesia alemana, muy poderosa
económicamente.
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La principal figura
intelectual del progresismo en la Iglesia fue el jesuita alemán Karl Rahner,
presente en el Concilio como perito y cuya influencia fue decisiva en los
cardenales progresistas. Su principal discípulo en aquel momento era el
Cardenal Ratzinger, futuro Benedicto XVI, que años más tarde protagonizaría una
notoria evolución hacia posturas más conservadoras y se distanciaría de Rahner.
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Los progresistas,
gracias al apoyo de Juan XXIII, consiguieron una importante victoria de entrada,
logrando la mayoría virtual en todas las Comisiones, con lo cuál la Curia, más
conservadora entonces, quedó en clara desventaja.
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Una de las
mayores victorias del sector progresista
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Fue el cambio de la
Liturgia de la Santa Misa, para aproximarla al protestantismo, difuminando en
cierta medida el concepto de Sacrificio y Transubstanciación. La reforma
litúrgica se inició durante el Concilio, pero culminó en el Misal de 1969, cuyo
exponente visible más claro fue el cambio del idioma. El latín, lengua de la
Iglesia desde tiempos inmemoriales, fue sustituido en la Misa por las lenguas
vernáculas. Poco después se aprobaría la comunión en la mano, que rápidamente
se convirtió en regla mayoritaria. Incluso Pablo VI, que promovió esta reforma
litúrgica, pareció asustarse ante la magnitud de este cambio decisivo, pues
retrasó 2 años su entrada en vigor. Pero finalmente el novus ordo quedó
establecido.
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En teoría el que la
Misa se celebrara en el idioma de los fieles iba a asegurar la participación de
la gente, sobre todo de las nuevas generaciones. En la práctica ocurrió todo lo
contrario. Justo a partir del cambio se empezó a desplomar masivamente la
asistencia a Misa sobretodo por parte de los jóvenes y la media de edad de los
asistentes aumentó espectacularmente.
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Otro cambio
decisivo aprobado, ocurrió en el terreno de la política…
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La constitución Gaudium
et Spes, aprobada en la sesión final del Concilio el 7 de diciembre de
1965, establece que el orden político debe fundamentarse en la participación en
el Gobierno, mediante elección de los gobernados. Rechaza expresamente las
formas totalitarias y las formas dictatoriales. Esto suponía un
vuelco fundamental respecto a las tradicionales condenas de la Iglesia al
modernismo y al liberalismo. La democracia liberal quedaba establecida como
único régimen político viable y deseable para la Iglesia.
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Más aún, Gaudium
et Spes, eludió específicamente condenar al comunismo como sistema político
y filosófico, pese a las protestas de los obispos chinos, víctimas del régimen
maoísta, cuyas peticiones en este sentido fueron desoídas. Se cumplió el
ignominioso pacto de Metz de 1962, cuya existencia hoy en día nadie
niega, por el que Juan XXIII y la Unión Soviética acordaron secretamente que el
inminente Concilio no condenaría el comunismo a cambio de la presencia de los
obispos ortodoxos rusos como observadores.
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Al no condenar el
marxismo dio la impresión en la práctica que los únicos regímenes autoritarios
condenados eran precisamente los confesionales y antimarxistas (como el del
General Franco en España). El efecto práctico de todo esto fue que partes
fundamentales de la doctrina tradicional como el Reinado Social de Cristo o la
Doctrina Social de la Iglesia quedaron convertidas de hecho en papel mojado. A
partir de entonces el parlamento, cual si fuese una voz divina, pasaba a
convertirse en la fuente suprema del derecho y de la ley. La Iglesia aunque no
estuviera de acuerdo con algunas leyes, se comprometía a acatarlas en última
instancia. Los efectos devastadores de esto los vemos hoy en día con la
imparable legislación laicista y anticristiana.
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Otra
importante victoria progresista fue la práctica supresión de la doctrina de
Santo Tomás de Aquino en los seminarios.
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Todo lo establecido
en el Concilio de Trento sobre la formación de los seminarios quedó eliminado.
El resultado fue una importante bajada de listón para los candidatos al
sacerdocio.
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Se aprobó la
libertad religiosa, un auténtico disparate
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Se dieron derechos a
las falsas creencias en detrimento de la religión verdadera. Fueron
desautorizados los estados confesionalmente católicos como España. Se impulsó
el ecumenismo como vía de convivencia entre religiones, aunque en teoría no
debían discutirse cuestiones doctrinales. Se levantaron las condenas contra los
judíos.
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Una última
gran victoria progresista
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Fue la cuestión de la
colegialidad, es decir si el poder efectivo en la Iglesia lo tenían el Papa y
la Curia o si lo tenían los obispos y las nuevas conferencias episcopales,
siendo el Papa un simplemente moderador del poder episcopal, tal y como
defendían los cardenales progresistas. Finalmente tras un intenso debate fue
aprobada la propuesta progresista (se dice que Pablo VI al enterarse del
resultado de la votación lloró de dolor). El Papa ordenó añadir una “Nota Preliminar”
dejando clara la necesidad de la necesidad del consentimiento del Papa en la
autoridad colegial.
Esto salvaba en
teoría el poder del Papa sobre la Iglesia, pero quedaba claro que ya no sería
“absoluto”. En la práctica a partir de entonces los obispos y las conferencias
episcopales dominarían el gobierno y la gestión de la Iglesia en cada país,
ignorando en ocasiones las directrices vaticanas. Este fenómeno quedó patente
en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI.
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En 1864 el
Papa Pío IX había promulgado la Encíclica Quanta cura y su documento
anexo el Syllabus. El Concilio fue radicalmente contra este documento…
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En el Syllabus se
condenan expresamente 80 propuestas liberales y modernistas concretas. El
Concilio levantó todas estas condenas. Sus consecuencias fueron nefastas:
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* La libertad del
pueblo constituye la ley suprema.
* Todo hombre es libre
para abrazar y profesar la religión que juzgue verdadera.
* La libertad de
expresión es un derecho inalienable.
* Los hombres pueden,
dentro de cualquier culto religioso, encontrar el camino de salvación.
* La Iglesia debe ser
separada del Estado y el Estado de la Iglesia.
* No es necesario que
la religión católica tenga carácter oficial.
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Si un católico hubiese sido
crionizado en 1865, siendo descongelado justo un siglo después, ¿Hubiera podido
reconocer a la Iglesia Católica?
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