Como es bien sabido, “lo religioso” se
viene cuestionando desde la Ilustración. Y desde entonces, por eso mismo,
lo sagrado y las creencias religiosas se están viendo deterioradas y no
levantan cabeza. El debilitamiento - y hasta la descomposición - de lo
religioso es un hecho irreversible, por más que queden grupos de personas que
se refugian en un empeño integrista, expresado en formas más o menos fanáticas,
que (según parece) no llevan a ninguna parte.
Así las cosas, ¿podemos estar tranquilos porque
nos queda “lo humano”? Esto es lo que, de una forma o de otra, han
propugnado los defensores de lo secular, lo laico, lo meramente civil... Por no
hablar de los laicistas y defensores del más descarado laicismo. En todo caso,
y sea cual sea la postura que cada cual adopte ante estas tendencias, es un
hecho que, en la misma medida en que “lo religioso” se ha ido debilitando, en
esa misma proporción se ha venido recuperando la estima, el aprecio y la
valoración creciente de “lo humano”. En la llamada “cultura cristiana”, de
Occidente, tenemos además el hecho de una creencia sólida, que fortalece esta
tendencia humanista. Me refiero a la creencia, que enseña el credo cristiano,
según la cual el Dios cristiano es un “Dios encarnado”. Y, en ese sentido, un
Dios “humanizado”, que se nos reveló y se nos dio a conocer en un ciudadano
galileo del siglo primero, Jesús de Nazaret. En los últimos años, es esto, en
definitiva, lo que viene repitiendo el papa Francisco. Un papa original, que
produce la impresión de ser un hombre profundamente humano. De forma que en esa
su enorme humanidad es donde está el secreto de su originalidad y su impacto en
la opinión pública.
.
Pero ahora nos encontramos ante una situación
que apunta como una novedad inesperada. Si primero se cuestionó “lo religioso”,
ahora nos encontramos con que lo que se cuestiona es “lo humano”. Y lo más
preocupante, a mi manera de ver, no es que nos preocupe este asunto porque
palpamos cada día que “lo in-humano” crece a la misma rapidez con que se agiganta
la desigualdad, se multiplican las formas de violencia y cada día nos enteramos
de nuevas formas de deshumanización galopante en una sociedad que nos asusta y
avergüenza. Todo esto es verdad, por desgracia. Pero el problema último no va
por ahí. Lo que ahora se plantean algunos es que “lo humano” se verá pronto
superado y sustituido por “lo posthumano”. ¿Cómo? Mediante “lo tecnológico”. El
“hombre-robot” o algo así, aunque muchos no se atrevan a reconocerlo. Y conste
que, al hablar de esta nueva propuesta, no invento nada. Recientemente, se ha
publicado un volumen de más 500 páginas, coordinado por los profesores Albert
Cortina y Miguel-Àngel Serra, ¿Humanos o posthumanos?, en el que han debatido
más de 200 intelectuales. Y la semana próxima, se celebra en la Universidad
Comillas (Madrid) un simposio en el que se investiga si se está creando un
nuevo ser humano.
.
El debate está servido.
Por mi parte, y como respuesta de emergencia, yo diría que lo primero es ser
verdaderamente humanos y humanizar este mundo. Y luego, a quienes les queden
ganas y medios para acometer otra empresa, que sigan adelante. Porque mucho me
temo que todo eso de “lo posthumano” (basado en la tecnología), de momento al
menos, no pasa de ser una audacia mental, que debería empezar por responder a
esta simple pregunta: ¿Cómo nos hacemos verdaderamente humanos? Si no tenemos
esto claro, ¿cómo nos atrevemos a quemar etapas que aún todavía nos son
desconocidas? Vamos a acometer en serio esta tarea. Y cuando tengamos resuelto
en qué consiste ser verdaderamente humanos, entonces se podría empezar a pensar
en alcanzar horizontes más lejanos.
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