EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS FRENTE AL DIOS DE PLASTILINA. (por Mons. Cristóbal Bialasik)



Mes de Junio: tiempo de fuerte devoción Eucarística y a la vez por ubicación cronológica, de fervor religioso al Sagrado Corazón de Jesús. Están bien cercanas las solemnidades litúrgicas del Corpus Christi, que este año 2016 se ha celebrado el 26 de mayo, y la del Sagrado Corazón de Jesús, viernes 3 de junio del presente. La adoración a la presencia Real de Cristo en la Eucaristía nos une a su Corazón Adorable para que nuestra Fe jamás caiga en la tentación de un “Dios lejano” solo todopoderoso y ajeno a los corazones humanos que quiere redimir. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús no sólo previene del jansenismo sino del deísmo racionalista que hoy se interpreta en clave posmoderna a través de la “New Age” y de corrientes similares que pretenden degradar la fe para convertirla en pura ideología. Digamos de todo corazón, los católicos, que basamos nuestra fe en la confianza plena depositada en el Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María Santísima.
.
Desde esa previa consideración hemos de hacer examen de conciencia, privada y comunitaria, sobre la tentación hoy extendida a todos los niveles (laicos, religiosos y clero) de enfrentar, más o menos conscientemente, el diabólico ídolo “dios” de plastilina al Sagrado Corazón de Jesús y, como efecto inmediato, a la fe en la presencia Real (y no simbólica) de Cristo en la Eucaristía. Y esta disidencia agresiva cuaja de forma sorprendente en la perversión de las tres virtudes teologales,  con el aplauso del pensamiento mayoritario y la colaboración (por omisión) de una no pequeña parte de la jerarquía eclesial que, o bien no lo constata,  o prefiere mirar hacia otro lado. Veamos los efectos del dios de plastilina en la vida de fe, esperanza y caridad, asumiendo que es la teología modernista quien ha configurado ese híbrido creyendo servir a “la verdad” (o sea, a SU verdad):
.
FE: Desde la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, la Fe es ante todo CONFIANZA en Cristo Redentor, que se rebajó hasta encarnarse, y cuya vida entera fue para hacer el bien, predicando el mensaje de salvación a la humanidad, y padeciendo pasión y muerte terrible para dar testimonio de la verdad y mostrar su amor infinito a los causantes de la cruz, nosotros, pecadores todos. Resucitó para darnos la oportunidad de resucitar a la vida eterna si somos fieles a su llamada. Pero la “fe” en el dios de plastilina no es confianza, sino mera acción del conocimiento. El modernismo sustituye el método deductivo por el inductivo (y lo hace de modo radical) de manera que invierte los términos: es Dios quien ha de confiar en el ser humano (bueno por naturaleza) y, por tanto, la fe en Dios se transforma  en asentimiento intelectual de un dios observador de la humanidad para ir cambiando la “verdad” objetiva según los avatares de esa misma humanidad. Fíjense bien: el católico sincero reza “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”……y el modernista “católico” impera: “Dios (seas quien seas), confía en mí”. Por eso la Iglesia Católica, cuando se ve imbuida por el dios de plastilina, hace dejación de predicar “Cristo” a los hombres, sino que exige a Cristo que se deje predicar por las mayorías humanas.
.
ESPERANZA: Desde la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, la ESPERANZA está cifrada en la salvación como don inmerecido que Dios da a quien lo acepta con su vida coherente (en Gracia de Dios, en acuerdo con la Ley Natural). Entonces el católico verdadero asume que ha de tener Fe avalada por las obras, para salvarse (Cfr. Mateo XXV), y de ese modo huye tanto de la tentación pelagiana como de la luterana. Pero desde el dios de plastilina se vuelven a invertir los términos (recordemos que la inversión de la verdad es lo propio del diablo, que es el “mono” de Dios): con la seguridad plena de estar ya salvado (viva como viva, crea lo que crea), el modernista considera que la virtud de la esperanza fluye solo hacia lo temporal, lo social, lo cultural, lo antropológico en definitiva. Descargando la conciencia de todo remordimiento moral (la gran victoria de Satanás: que nadie tenga que pedir perdón a Dios), se da por sentada la salvación eterna, la cual, si acaso, llama a una “ética de situación” como respuesta humana al regalo impuesto de la Gloria Eterna. Por eso la Iglesia Católica, cuando se ve imbuida por el dios de plastilina, en vez de ser instrumento de salvación para los hombres, convierte a los hombres en “salvación” para ella misma. De ahí a afirmar que la Iglesia “o se adapta o muere” hay un solo paso.
.
CARIDAD: Desde la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, la Caridad está perfectamente ubicada en el seguimiento a ÉL (a Cristo), y, desde Él, al prójimo. Y su Corazón nos recuerda que Él siente, que ama con amor afectivo, puro, perfecto, entrañable… divino, que no es un Dios lejano sino cercano, que se goza con nuestra amistad, que derrocha su misericordia sobre nuestros corazones contritos… ¡Qué maravilla es que DIOS sea así!... ; pero, el dios de plastilina nos lleva a la peor de todas las tergiversaciones. En la plastilina no hay corazón, solo masa informe que cada hombre modela a la manera de sus deseos egoístas. Es el “Cristo a mi modo”, “Iglesia a mi modo”, “Doctrina a mi modo”… es, simplemente: Ideología. Si, ideología humana, solidaria, ética….hasta de búsqueda de justicia, pero mera ideología, la cual NUNCA podrá tocar el corazón humano para convertirlo, jamás causará el enamoramiento que los santos han tenido del Señor para entregarse a Él del todo y no en “compartimentos estancos”. La Iglesia Católica, cuando se ve imbuida por el dios de plastilina, rebaja la caridad al nivel filantrópico e imanentista, solo susceptible de una entrega parcial, al estilo horizontal político, pero no con todo el corazón. Nadie se podrá enamorar de una idea sino de una persona: y esa persona es Cristo, Verdadero Dios y Verdadero Hombre; no es una energía, un símbolo o un ideal de bondad sociológica. Cuando se cae en esta tentación en la Iglesia no se predica “cambiar el corazón para asemejarse al de Cristo” sino más bien “cambiar la doctrina para que el corazón de Cristo se identifique con el de cada hombre en su egoísta individualidad”. Es, en fin la inversión total del Génesis: el hombre, elevado a sí mismo a la categoría divina, crea un “dios” a su imagen y semejanza.
.
Por todo ello, hoy se hace más necesaria que nunca la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Para que la fe cristiana de todos los bautizados se oriente por el camino del amor y no del egoísmo y/o la autosuficiencia. Cuando esa devoción está asentada en nuestra vida, la relación de cada alma con Dios bien se podría comparar (salvando las distancias) con el auténtico amor humano de un matrimonio que hace de la mutua entrega su identidad real. Eso si, con una gran diferencia: los humanos fallamos a menudo, o muchas veces, mientras que Jesús es el “amigo que nunca falla” como se reza en esas entrañables estampas de su Sagrado Corazón. Lo vemos en varios ejemplos:
.
En la vida sacramental: Voy a Misa para agradarle a Él, no por mi sensibilidad variable ni por el solo cumplimiento de un mandato. Me confieso para agradarle a Él, y cuando no tengo pecados graves en vez de pensar “que contento estoy de no haber pecado” lo que pienso es “que contento está Él de mi fidelidad”. Oro, en fin, para dejar que Él llene mi corazón vacío de afectos egoístas, y no tanto para buscar mi “relajación personal”.
.
En la vida fraterna: Amo al prójimo, a cada prójimo, porque veo en cada uno la imagen de Dios. Asumo así el mensaje de Mateo XXV “lo que hiciste con uno de tus hermanos conmigo lo hiciste”. Perdono al que me ofende no tanto por sentirme yo que soy bueno” sino por dar gusto al que murió en la cruz por ese hermano que me disgusta.
.
En la perspectiva de la vida eterna: Al pensar en el juicio particular, en el momento de mi muerte, considero qué contento se va a poner Dios al juzgarme… y no sólo que es una felicidad inmensa llegar a la gloria eterna.
.
La Devoción auténtica al Sagrado Corazón de Jesús, en fin, me descentra a mí de mi mismo, y pone a Cristo en el centro de mi vida, la cual entrego a Él por verdadero amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario