El erotismo ha
servido en muchas ocasiones para expresar la relación entre Dios y el ser
humano. En el judeocristianismo el ejemplo más conocido lo encontramos en el
libro del Cantar Cantares, una obra con claras referencias sexuales desde sus
primeros versos: “Bésame con esos besos tuyos, son mejores que el vino tus caricias; qué grato es el olor de tus perfumes, tú mismo eres aroma que enajena, cómo no van a amarte las mujeres”. (Cantar de los cantares I, 2-3)
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A pesar de que Dios no aparezca citado en el Cantar, fue la interpretación alegórica la que consiguió que esta obra se introdujera en el canon. De esta manera el amado pasó a identificarse con Dios y la amada con su pueblo (Israel en primera instancia y más tarde la Iglesia). Pero por mucho que se priorice la interpretación alegórica, no deja de sorprender por ejemplo que un Dios (hombre) quiera apresar los pechos de una Iglesia (mujer) que le promete besos y caricias. Y aunque la referencia a la heterosexulidad parezca evidente, también es cierto que quienes hicieron esta interpretación tanto en el judaísmo como en el cristianismo fueron hombres, y que los representantes del pueblo de Israel y la Iglesia también lo eran. Así que las connotaciones homoeróticas no deberían tampoco pasar desapercibidas, porque lo que están afirmando es que Dios (que es un hombre) les ama como ellos aman a sus mujeres. Que es lo mismo que decir, que es posible el amor entre dos hombres, y que ese amor no sería más que el reflejo del amor divino, un amor en el que el sexo juega un papel muy relevante.
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Otro momento destacado en el que cristianismo y erotismo han ido de la mano ha sido en la obra de autoras como Teresa de Ávila con textos tan conocidos como: “Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios” (El libro de la vida, cap. 29).
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Este orgasmo divino, más que mostrar el amor de Dios, podría estar indicando el deseo sexual reprimido de la religiosa. De hecho algunos autores argumentan que el verdadero objeto de deseo de Teresa de Ávila era de carne y hueso, concretamente el carmelita descalzo Gracían al que ella identificaba con el amado del Cantar de los Cantares. Esta relación levantó envidias y habladurías, y aunque parece que no fue una relación consumada, Teresa de Ávila mostró sus remordimientos al referirse a ella misma como “la más malvada entre las sucias”.
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Lo que nos muestra la experiencia de Teresa de Ávila es que la espiritualidad, el deseo de Dios, la voluntad de amarle, puede nacer tanto de un corazón agradecido como de una represión sexual disfrazada que crea verdaderos problemas psicológicos en personas que son incapaces de liberarse de la opresión religiosa. La espiritualidad puede ser sana, o enfermiza… y como diría Freud todo esto está muy relacionado con el sexo. La sexualidad que se intenta reprimir no desaparece por arte de magia, por mucho que el hombre o la mujer se encierren en un monasterio o una iglesia, sino que sigue operando en el subconsciente e influyendo en la vida cotidiana. Las condenas, la rigidez sexual, la necesidad de meterse en las camas de los demás para condenar o dar el visto bueno, pueden ser sólo muestras de una sexualidad mal resuelta que vive presa de una profunda insatisfacción.
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En los últimos años quizás es la música cristiana el lugar donde se percibe con mayor claridad como el erotismo es utilizado para expresar la relación entre Dios y el ser humano. Sin embargo se observa un cambio sustancial en la manera en la que algunos artistas lo hacen, tomaré como ejemplo a la cantante cristiana Jaci Velasquez. Si escuchamos sus canciones y hemos sido educados en un entorno cristiano, fácilmente entenderemos que está cantando a Dios, está expresando su amor por Él. Pero si no lo somos, pensaremos que está cantando a una persona de la que está enamorada. En sus canciones, como en el Cantar de los Cantares, no se nombra a Dios, de esta manera la canción tiene un mercado más amplio y las ventas son mayores. La prueba de que la fórmula es buena está en que Jaci ha vendido más de cinco millones de discos y ha sido nominada a prestigiosos premios como los Grammy. Un buen ejemplo lo encontramos en su canción Manantial de Caricias: “Hoy grabé tu nombre en mi corazón, dibujé tu imagen en mi interior, un jardín sembré para nuestro amor, donde tú serás mi única razón. Manantial de caricias, un remanso de paz…. Te quiero, te quiero, y por ti yo me muero, te quiero, te quiero amar. Hoy pondré en tus manos mi porvenir, yo sé que a tu lado seré feliz…”
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De lo que aquí podemos desprender es que cuando Jaci expresa su amor por Dios lo hace utilizando la heterosexualidad, su manera de vivir la sexualidad. Su Dios le acaricia como lo hace un hombre al que ella ama, y ella siembra un jardín, quizás como el Edén donde tradicionalmente Adán y Eva vivían, para poder disfrutar de ese amor que siente. Cualquier hombre heterosexual entendería lo que le está proponiendo una mujer que le dice: “Te quiero, por ti yo me muero, te quiero amar”.
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Si nos centramos en España, el cantante de música cristiana con una mayor proyección es Marcos Vidal, cuyo álbum “Tu nombre” fue nominado a los Grammy Latinos en 2013 como mejor álbum cristiano en Español. Sus canciones poseen un claro mensaje cristiano y una poesía que recuerda en muchas ocasiones a los Salmos o el profetismo. También sus letras utilizan a veces el erotismo para explicar el amor por Jesús: “No hago más que soñar con tu nombre (Jesús) y dormirme en tu abrazo…. En ti, en ti, mi corazón descansa en ti”. “Quiero amarte en el silencio y sin palabras y que pase mucho tiempo y que nadie diga nada… y que pase mucho tiempo y que nadie me lo impida que he esperado este momento toda mi vida”. “Ven toma mi mano, déjame verte y hazme sentir que estás aquí, abre mis ojos, dame tu abrazo, marca tu huella sobre mí… que tu beso siempre me duré”.
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Aunque Marcos Vidal haya mostrado siempre un discurso homófobo, es difícil entender porqué una persona que dice amar y sentirse amado por otro hombre (Jesús), con el que sueña, que quiere dormir en sus brazos, que quiere pasar junto a él toda la vida, que necesita sentir su presencia corporal o que desea conservar siempre sus besos; no entienda que dos hombres puedan sentir eso mismo entre ellos. A pesar de su discurso intolerante, es evidente que ese amor que él muestra por Jesús en sus canciones contienen expresiones homoeróticas claras. Y no es sólo Marcos Vidal, dentro del movimiento carismático muchos cantautores componen canciones a Jesús con expresiones que a más de uno sorprenden cuando se ve a estos mismos cantautores condenar el amor entre dos personas del mismo sexo.
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“Jesús yo te amo, no hay nadie como tú Jesús.. No sé donde estaría si no te hubiera conocido”. “Quiero respirar de tu aire de tu casa, disfrutar de tu fragancia y llenarme de ti… quiero estar tan cerca que te pueda respirar y un solo latido pueda yo escuchar. Quiero estar tan cerca que te pueda yo tocar, quiero ser tu amigo, quiero estar contigo”. “Tu eres mi pasión, eres todo para mí. Te amo, mi canción y mi corazón pertenece a ti, todo lo que soy es tuyo”.
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El erotismo tanto en su vertiente heterosexual como homosexual ha estado presente y está presente en la espiritualidad cristiana. No importa si quien crea los versos que muestran esa espiritualidad niega todo tipo de sexualidad o simplemente una de sus manifestaciones. Tocar los pechos de la amada, dejarse penetrar por el amado, o soñar con abrazar a otra persona del mismo sexo, son muestra de que todo tipo de amor y de deseo puede utilizarse para reflejar la relación entre Dios y un ser humano. Pero también pueden dejar entrever la experiencia de tantos y tantas cristianos y cristianas que viven intentando reprimir sus verdaderos deseos sexuales.
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NOTA: Carlos Osama es protestante.
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A pesar de que Dios no aparezca citado en el Cantar, fue la interpretación alegórica la que consiguió que esta obra se introdujera en el canon. De esta manera el amado pasó a identificarse con Dios y la amada con su pueblo (Israel en primera instancia y más tarde la Iglesia). Pero por mucho que se priorice la interpretación alegórica, no deja de sorprender por ejemplo que un Dios (hombre) quiera apresar los pechos de una Iglesia (mujer) que le promete besos y caricias. Y aunque la referencia a la heterosexulidad parezca evidente, también es cierto que quienes hicieron esta interpretación tanto en el judaísmo como en el cristianismo fueron hombres, y que los representantes del pueblo de Israel y la Iglesia también lo eran. Así que las connotaciones homoeróticas no deberían tampoco pasar desapercibidas, porque lo que están afirmando es que Dios (que es un hombre) les ama como ellos aman a sus mujeres. Que es lo mismo que decir, que es posible el amor entre dos hombres, y que ese amor no sería más que el reflejo del amor divino, un amor en el que el sexo juega un papel muy relevante.
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Otro momento destacado en el que cristianismo y erotismo han ido de la mano ha sido en la obra de autoras como Teresa de Ávila con textos tan conocidos como: “Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios” (El libro de la vida, cap. 29).
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Este orgasmo divino, más que mostrar el amor de Dios, podría estar indicando el deseo sexual reprimido de la religiosa. De hecho algunos autores argumentan que el verdadero objeto de deseo de Teresa de Ávila era de carne y hueso, concretamente el carmelita descalzo Gracían al que ella identificaba con el amado del Cantar de los Cantares. Esta relación levantó envidias y habladurías, y aunque parece que no fue una relación consumada, Teresa de Ávila mostró sus remordimientos al referirse a ella misma como “la más malvada entre las sucias”.
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Lo que nos muestra la experiencia de Teresa de Ávila es que la espiritualidad, el deseo de Dios, la voluntad de amarle, puede nacer tanto de un corazón agradecido como de una represión sexual disfrazada que crea verdaderos problemas psicológicos en personas que son incapaces de liberarse de la opresión religiosa. La espiritualidad puede ser sana, o enfermiza… y como diría Freud todo esto está muy relacionado con el sexo. La sexualidad que se intenta reprimir no desaparece por arte de magia, por mucho que el hombre o la mujer se encierren en un monasterio o una iglesia, sino que sigue operando en el subconsciente e influyendo en la vida cotidiana. Las condenas, la rigidez sexual, la necesidad de meterse en las camas de los demás para condenar o dar el visto bueno, pueden ser sólo muestras de una sexualidad mal resuelta que vive presa de una profunda insatisfacción.
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En los últimos años quizás es la música cristiana el lugar donde se percibe con mayor claridad como el erotismo es utilizado para expresar la relación entre Dios y el ser humano. Sin embargo se observa un cambio sustancial en la manera en la que algunos artistas lo hacen, tomaré como ejemplo a la cantante cristiana Jaci Velasquez. Si escuchamos sus canciones y hemos sido educados en un entorno cristiano, fácilmente entenderemos que está cantando a Dios, está expresando su amor por Él. Pero si no lo somos, pensaremos que está cantando a una persona de la que está enamorada. En sus canciones, como en el Cantar de los Cantares, no se nombra a Dios, de esta manera la canción tiene un mercado más amplio y las ventas son mayores. La prueba de que la fórmula es buena está en que Jaci ha vendido más de cinco millones de discos y ha sido nominada a prestigiosos premios como los Grammy. Un buen ejemplo lo encontramos en su canción Manantial de Caricias: “Hoy grabé tu nombre en mi corazón, dibujé tu imagen en mi interior, un jardín sembré para nuestro amor, donde tú serás mi única razón. Manantial de caricias, un remanso de paz…. Te quiero, te quiero, y por ti yo me muero, te quiero, te quiero amar. Hoy pondré en tus manos mi porvenir, yo sé que a tu lado seré feliz…”
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De lo que aquí podemos desprender es que cuando Jaci expresa su amor por Dios lo hace utilizando la heterosexualidad, su manera de vivir la sexualidad. Su Dios le acaricia como lo hace un hombre al que ella ama, y ella siembra un jardín, quizás como el Edén donde tradicionalmente Adán y Eva vivían, para poder disfrutar de ese amor que siente. Cualquier hombre heterosexual entendería lo que le está proponiendo una mujer que le dice: “Te quiero, por ti yo me muero, te quiero amar”.
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Si nos centramos en España, el cantante de música cristiana con una mayor proyección es Marcos Vidal, cuyo álbum “Tu nombre” fue nominado a los Grammy Latinos en 2013 como mejor álbum cristiano en Español. Sus canciones poseen un claro mensaje cristiano y una poesía que recuerda en muchas ocasiones a los Salmos o el profetismo. También sus letras utilizan a veces el erotismo para explicar el amor por Jesús: “No hago más que soñar con tu nombre (Jesús) y dormirme en tu abrazo…. En ti, en ti, mi corazón descansa en ti”. “Quiero amarte en el silencio y sin palabras y que pase mucho tiempo y que nadie diga nada… y que pase mucho tiempo y que nadie me lo impida que he esperado este momento toda mi vida”. “Ven toma mi mano, déjame verte y hazme sentir que estás aquí, abre mis ojos, dame tu abrazo, marca tu huella sobre mí… que tu beso siempre me duré”.
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Aunque Marcos Vidal haya mostrado siempre un discurso homófobo, es difícil entender porqué una persona que dice amar y sentirse amado por otro hombre (Jesús), con el que sueña, que quiere dormir en sus brazos, que quiere pasar junto a él toda la vida, que necesita sentir su presencia corporal o que desea conservar siempre sus besos; no entienda que dos hombres puedan sentir eso mismo entre ellos. A pesar de su discurso intolerante, es evidente que ese amor que él muestra por Jesús en sus canciones contienen expresiones homoeróticas claras. Y no es sólo Marcos Vidal, dentro del movimiento carismático muchos cantautores componen canciones a Jesús con expresiones que a más de uno sorprenden cuando se ve a estos mismos cantautores condenar el amor entre dos personas del mismo sexo.
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“Jesús yo te amo, no hay nadie como tú Jesús.. No sé donde estaría si no te hubiera conocido”. “Quiero respirar de tu aire de tu casa, disfrutar de tu fragancia y llenarme de ti… quiero estar tan cerca que te pueda respirar y un solo latido pueda yo escuchar. Quiero estar tan cerca que te pueda yo tocar, quiero ser tu amigo, quiero estar contigo”. “Tu eres mi pasión, eres todo para mí. Te amo, mi canción y mi corazón pertenece a ti, todo lo que soy es tuyo”.
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El erotismo tanto en su vertiente heterosexual como homosexual ha estado presente y está presente en la espiritualidad cristiana. No importa si quien crea los versos que muestran esa espiritualidad niega todo tipo de sexualidad o simplemente una de sus manifestaciones. Tocar los pechos de la amada, dejarse penetrar por el amado, o soñar con abrazar a otra persona del mismo sexo, son muestra de que todo tipo de amor y de deseo puede utilizarse para reflejar la relación entre Dios y un ser humano. Pero también pueden dejar entrever la experiencia de tantos y tantas cristianos y cristianas que viven intentando reprimir sus verdaderos deseos sexuales.
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NOTA: Carlos Osama es protestante.
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